viernes, 3 de abril de 2009

HITLER, UN MITO POLÍTICO

El mito político entre racionalismo e irracionalismo : nacimiento y desarrollo como concepto teórico.El mito político surgió como concepto en los comienzos del siglo XX, pero no se ha fijado en ninguna doctrina aceptada ampliamente. Existen, por el contrario, fuertes impulsos tendentes a considerarlo un fenómeno anormal ya excluirlo de la categoría de los instrumentos de análisis político. Pero hoy puede decirse que la disputa en esta materia se basa sobre presupuestos erróneos e históricamente superados. Conviene por lo tanto hablar del mito político como de la instancia intelectual y práctica que el pensamiento político no ha conseguido delimitar e identificar, tanto por la dificultad de fijar sus relaciones con la mitología, como por la de distinguirlo del concepto de “ideología” y, finalmente, porque se ha encontrado en el centro de toda polémica entre racionalismo e irracionalismo.La fortuna de la expresión mito político y su principal teorización está vinculada a Jean Sorel. El mito político no es, para él, un acto del intelecto, analítico y abstracto, sino un acto de voluntad, fundado sobre la adquisición intuitiva de una verdad vinculada “a las más fuertes tendencias de un pueblo, de un partido, de una clase”, y por lo tanto particularmente idóneas para sostener la acción política de masa. Sorel está tratando de suministrar al proletariado un tipo de conocimiento político inmediatamente verdadero, que explicite de manera directa su conciencia de clase sin la necesidad de pasar por el filtro de formas intelectualizadas, siempre manipulantes y manipuladas. El ataque de Sorel está dirigido a la sociedad capitalista, que provoca un conocimiento distorsionado según los intereses del que posee el poder. El mito político de la huelga general, que elude toda forma de acción y de pensamiento organizado desde arriba, está destinado a restituir al proletariado su autonomía.En las formas de un personalísimo revisionismo marxista se revela aquí el sentido de crisis y de desconfianza que era común en muchos intelectuales y políticos europeos, que veían en la sociedad urbanizada e industrial de fines de siglo una realidad en rápida y quizás imparable “decadencia”. Es sobre este tema donde se ubica la dialéctica de la cual nace la problemática del mito político. Las transformaciones sociales del periodo, provocaron la crisis del pensamiento democrático-liberal. Esta crisis lleva por una parte a la búsqueda de las formas de conocimiento alternativas respecto de aquellas de las ciencias físicas y naturales, y por otra a una creciente atención por la psicología social y por los comportamientos de la muchedumbre, que destaca los componentes irracionales en el sentido de que no puede remitirse a una exacta determinación causal y utilitaria. El mito político soreliano, no quiere representar una concesión a tendencias irracionales o espiritualistas, sino recuperar el valor social de la ciencia y de la técnica. A su novedad teórica Sorel pone, por lo tanto, límites suficientemente precisos; pero la contraposición al racionalismo utilitarista tenía implicaciones de tanta importancia que sobrepasaba cualquier tentativa de recuperación o de mediación.Desde un punto de vista intelectual, la reacción al individualismo y al racionalismo liberales clásicos provocó una fecunda y nueva meditación en el campo de las ciencias humanas, permitiendo la superación del mecanismo utilitarista y la modificación del mismo concepto de cientificidad con la comprensión del pensamiento simbólico y del proceder no lógico y colectivo. Desde un punto de vista político, de la misma se apropiaron los movimientos de la derecha europea, que hipotetizando los términos de racionalismo e irracionalismo identificaban en la idea de “razón” el germen de toda revolución, y sobre todo de la revolución francesa, y por lo tanto el embrión de la “decadencia” moral y política.El remitirse a un grupo de conocimiento extrarracional e intuitivo y a los valores cuya verdad debía ser “sentida” y “vivida”, no demostrada, les sirvió a los mismos para fundar la verdad epistemológica y psicológica de teorías autoritarias y nacionalistas normalmente basadas sobre hipótesis organicistas. Es en éstas donde se reencuentra el mito político, ya sea que se remitan explícitamente al mito o a un conocimiento de tipo mítico, entendido como conocimiento fundamental que debe servir de guía incluso al comportamiento político, ya sea que no lo hagan, porque la propuesta de una teoría política fundada sobre verdades intuitivas, en cuanto a manifestaciones de verdades ontológicas expresadas simbólicamente, recuerda, aunque invirtiendo los términos, la teoría soreliana. Esta última, no es un fenómeno aislado, sino que indica una problemática central para la política y el pensamiento político del siglo XX.Un primer y típico ejemplo de apropiación de temas “místicos” e “irracionalistas” por parte de la derecha en el periodo indicado puede verse en el pensamiento de Maurice Barrès. Alcanzó el más completo tradicionalismo, fundado sobre el culto de la patria y de los muertos, de la sangre de los muertos que continua corriendo en las venas de los vivos y de la cultura, de las costumbres, de las instituciones que ellas transmiten: una herencia biológica e intelectual que sola da dimensión, equilibrio y sentido a la vida. Aquel que ha sido sustraído o se ha sustraído a la tradición, se convierte para él en el símbolo del hombre sin forma ni esperanza, infeliz y aportador de desorden, como todo ser libre, no ligado a ninguna forma de continuidad con el pasado. Barrès no teoriza el mito político.La idea soleriana no tuvo desarrollos científicos inmediatamente fecundos porque la contraposición racionalismo-irracionalismo de la cual nacía, en sí misma escasamente fundada, pero históricamente premiada, ocupó todo el horizonte intelectual y se convirtió en el lugar privilegiado de la lucha y de los pensamientos políticos. Del mito político se adueñó la derecha, fue vaciado de sentido por los autores y políticos conservadores y moderados que, salvo un universo teórico necesariamente racional, midieron contra el mismo las “desviaciones irracionales” del proceder práctico. Es el caso, por ejemplo, de Wilfred Pareto, para el cual el mito político soreliano demuestra como fines racionales y concretos son normalmente perseguidos con una eficiencia mayor utilizando argumentos fantásticos y emotivos, siendo esos fines determinantes en el juzgar y analizar la acción. Estamos aquí, frente a un reduccionismo que está aún vinculado al universo liberal utilitarista y está desarmado y es incapaz de comprender un pensamiento y una práctica política fundados sobre valores simbólicos y sobre la relación intuitiva con los mismos.Impugnado por los moderados y rechazado por las izquierdas, el mito político en el siglo XX permanece vinculado sobre todo al pensamiento político de la derecha y a teorías autoritarias e irracionalistas de grupos y partidos fascistas y prefascistas. Sólo Charles Maurras, representa una excepción en cuanto entendieron dar vida al mito tradicionalista de la “Diosa Francia” sobre la base del racionalismo clásico y de un utilitarismo casi positivista.El caso más macroscópico de teorización del mito político en el siglo XX se encuentra en el nazismo. Alfred Rosenberg, el teórico oficial de la Alemania hitleriana, asume el término “mito” como un momento explicativo y accionador de la historia, y afirma inmediatamente después que “el mito del siglo XX es el mito de la sangre, que bajo el signo de la esvástica desencadena la revolución mundial de la raza”. Esta proposición vive en el interior de una filosofía racista. El mito político racista es colectivo y extrarracional; además es profundamente antihistoricista y antievolucionista, porque el “espíritu” de un pueblo es siempre el mismo desde la eternidad, no sujeto a ningún influjo del ambiente e intrasmisible a otros pueblos. El mito racista se declara genuinamente revolucionario, en cuanto anuncia que la raza electa, la aria, la única pura por naturaleza, retomará el timón de la historia.

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Ideólogos del nazismo

Tres hombres marcaron el pensamiento hitleriano: Rosemberg, Darré y el propio Hitler.Alfred Rosemberg (1893-1946) colaboró en el Völkischer Beobachter desde 1921. Su obra estaba dominada por tres conceptos: la raza, el anticomunismo y el espacio vital. De origen báltico y miembro de la sociedad Thule, Rosemberg aportó a Hitler la idea del Lebensraum o espacio vital; pero, sobre todo en el Mito del siglo XX (Der Mythus des 20. Jahrhunderts, 1930), se hizo el teórico del antisemitismo. Rosemberg pretendía aportar una nueva imagen de la historia de la Tierra y de la humanidad. Para él, toda la historia se reducía al conflicto de los nórdicos arios contra los semitas. Rosemberg exponía igualmente un pensamiento anticatólico y casi anticristiano y desarrollaba la mitología nacional. Hizo, por ejemplo, la apología del dios Odín, para la que encontró la inspiración en la caballería, los místicos alemanes, en el pensamiento federiquiano y en la música de Bach.Walter Darré (1895-1953), líder del movimiento agrícola y Führer de los campesinos, fue, también, racista. Sus dos obras más importantes, el Campesino como fuente de vida de la raza nórdica (1928) y Nueva nobleza de sangre y de suelo (1930), fundaron una doctrina agraria basada en los lazos de “la sangre y el suelo” (Blut und Boden). Walter Darré quiso demostrar que la raza nórdica, debido a que era campesina, era heroica, colonizadora y guerrera. Todo ello le parecía ligado al hecho de que los nórdicos no fueron nunca nómadas; cuando se desplazaron lo hicieron para colonizar. El campesino nórdico “es la primera forma de oficial prusiano”.Existían lazos entre campesinos y aristocracia, ya que la verdadera élite está ligada a una familia y no a individuos. Se prepara para una larga herencia. Desgraciadamente, la nobleza alemana estaba en decadencia, ya que se había transformado en casta y se había urbanizado. Por tanto era preciso que el III Reich crease de nuevo a la nobleza. Darré deseaba la creación de propiedades hereditarias (Erbhof) y realizó un amplio estudio de lo que debía ser el Führerblut.Todas las ideas desarrolladas por Darré, Rosemberg u otros fueron orquestadas por Mein Kampf. Hitler glorificó desde las primeras páginas de su libro a germanos y verdaderos alemanes contra los Habsburgo, que habían contribuido a desgermanizar las tierras alemanas. Exaltando la nación, luchó contra todas las internacionales, judía, marxista, católica.

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